domingo, 22 de septiembre de 2019

Pan de limón con semillas de amapola, de Cristina Campos


OPINIÓN BREVE:

Para ser una primera novela, no está mal. Le veo fallos de ritmo y de falta de discernimiento a la hora de decidir en qué hechos centrarse: despacha rápidamente sucesos importantes y, por contra, detalla insignificancias. Otro aspecto negativo es que la percibo un poco aleccionadora. Pero bueno, engancha y la historia es interesante.

Mi valoración:
seis
Título Pan de limón con semillas de amapola
Autor Cristina Campos
Editorial Planeta
Año 2016
Páginas 416

OPINIÓN DETALLADA

La novela comienza hablándonos de dos hermanas y una herencia que las pilla por sorpresa. Anna vive lujosamente en una mansión en Mallorca; Marina es doctora en Médicos sin Fronteras y actualmente vive en Etiopía. Tras muchos años sin verse, tendrán que reunirse para resolver el asunto de la inesperada herencia.

Es una novela entretenida, que gustará a aquellos que disfrutan leyendo historias de familias, matrimonios infelices, antiguos amores y secretos por desvelar.

El ritmo inicial es lento. Numerosos flashbacks nos van explicando lo sucedido en el pasado, y la situación actual de las hermanas también es descrita con parsimonia. El nudo también sigue un desarrollo pausado pero adecuado a la novela, que es dramática y carece de escenas de acción que la aceleren. Hasta que, de pronto, llegan las últimas veinte páginas y ¡zas! Embute ahí lo que, a ritmo del resto de la novela, habría debido ocupar sus buenas 150 páginas como mínimo. Momentos emotivos de los que el lector podría haber disfrutado se pierden como lágrimas en la lluvia... Ese final me decepcionó mucho. No por lo que sucede, sino por cómo está tratado.

La prosa no es la gran cosa. Leí una reseña que la acusaba de estar llena de clichés, y lo cierto es que así es. Sin embargo, se lee bien, se entiende todo (hay primeras novelas que tela) y no hay pasajes farragosos. Estúpidos, sí. Hay al menos uno. Un pasaje totalmente estúpido que no pinta nada y que dura, por suerte, solo un par de páginas. Pienso si no sería una apuesta personal de la autora. «¿A que meto esto?». «No hay huevos», respondió algún incauto. Y lo metió.

El narrador es omnisciente, pero descoloca porque, de pronto, ya bien avanzada la novela, empieza a dar signos de que muestra visiones subjetivas. Es llamativo porque sucede de golpe, como si hubiera sido una idea tardía de la autora.

Mallorca, el principal escenario de los acontecimientos, está descrito con cariño. Se diría que la autora, o lo conoce, o se ha documentado bien. Los párrafos en catalán, un rollo. Me los salté. Menos mal que no había muchos. En el ebook era un jaleo tener que saltar a la traducción y luego volver, y como el contenido era más o menos deducible opté por vivir en la ignorancia hasta que al terminar el libro apareció la página de notas al pie. Supongo que con tanto independentismo y demás hay que reivindicar las lenguas cooficiales y no se podía poner un simple «iba murmurando en catalán». O a lo mejor es que la autora quiere jactarse de que sabe idiomas, porque también había frases en alemán (sencillitas) por ahí dispersas. Esas las entendí a la primera; no fueron del todo en vano mis cinco años de EOI.

Y ahora paso a comentar lo que menos me gustó de la novela desde un punto de vista más subjetivo, si cabe, que lo anterior. Si hay algo que encuentro realmente desagradable es que nos intenten aleccionar de forma descarada en una novela. Muchas novelas reflejan el punto de vista de su autor, y eso está bien, es casi inevitable. Pero en este libro roza la desfachatez. Y encima refiriéndose a un tema tan peligroso como las pseudoterapias o los partos en casa versus partos en el hospital. Por supuesto, nombra a las «malvadas farmacéuticas» y pinta como «malo» al médico que sigue el código deontológico. Qué mala gente; está celoso de la heroína, que todo lo cura con sus remedios asiáticos o africanos. Como bañar a un bebé en agua helada para bajarle la fiebre. El paracetamol es el mal, como queda patente en la novela (que encima lo inyectan, para que parezca más malo todavía). Con este tipo de insensateces, que no hay pocas en el libro, la autora me ha perdido como lectora de futuras obras.

La edición bastante buena. Se ha colado algún leísmo, pero, en general, satisfactoria.

SOBRE LA AUTORA

Cristina Campos
Cristina Campos nace en Barcelona en 1975. Es licenciada en Humanidades por la Universidad Autónoma de Barcelona. Acaba sus estudios en la Universidad alemana de Heidelberg, donde también trabaja como coordinadora del Festival Internacional de Cine de dicha ciudad. Tras regresar a su país natal empieza su carrera laboral en el sector cinematográfico. Desde hace diez años, se dedica a la dirección de casting de largometrajes y series de televisión. Actualmente compagina su trabajo en el sector audiovisual con su pasión por la escritura. Pan de limón con semillas de amapola es su primera novela.

2 comentarios:

  1. Pues veo que no te ha gustado todo lo que me gustó a mí en su momento, que pena.
    Besos

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    Respuestas
    1. No importa: para gustos hay novelas. ^^ Gracias por la visita y me alegro de que a ti te gustara.

      ¡Un beso!

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